domingo, 7 de diciembre de 2014

Desperezando la conciencia

No quiero fumar.
No lo echo de menos.
Aunque creo que si lo analizo más o menos profundamente
me da igual fumar que no hacerlo,
son perspectivas que impuse a mi cerebro
entre la ilusión y la locura.
Más bien locura.
Yéndome. 
Cierto lo sé.
Cierro los ojos y comprendido en lágrimas reviso las nubes con forma de llamada.
Es una mescolanza de ternura con tierra y con amor y en la boca se hace grande.

¿No oyes las palabras del cielo?
¿No has dejado de pensar para convertirte en lirio?

Yéndome.
Totalmente lo sé.
Cierro los ojos
y no duermo
y los pensamientos forman columnas y ciudades
no hay hojas secas
no hay arrabales ni arreboles
no hay cementerios góticos
ciudades feas horribles como para la no-existencia
como la no-existencia
como la no-existencia
y piensas que es por el trabajo o por el cansancio
o por nada
intentas intuir pero es inútil
entreabres un ojo y buscas una lucecita en el móvil.
No hay nada.
No.
Entreabres...
hasta eso te parece iluso,
se entreabre una puerta no un ojo,
en fin, en eso cavilas
y ni siquiera tienes frío.

Desnudo tratas de dormir
te estiras te impones te aletargas
y cuando comienza a llegar la somnolencia
amanece
y tu mentira cotidiana se renueva con el sol.

Con el sol.
Con el sol
con el sol y la no-existencia.

No quiero fumar
pero tampoco
quiero seguir sintiendo como muero,
¿qué tendrá que ver?
¿qué tendrá que ver?
¿qué tendrá que ver?

Maúlla la gata,
derramó su agua tibia,
quiere comida o pienso,
qué curioso,
no tiene tanta importancia esta conciencia.

P.D
Besos y abrazos para los insomnes amantes que se desperezan y no han pensado todavía en fumar ni siquiera en ducharse.

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